16.1.22

Ir tirando sin música

[Cuando mañana despierte y no vea
la cama de mi hermano
paralela a la mía como un signo de igual
ni su cuerpo en ella como un parterre
ni su rostro y sus gafas como flor de ese parterre,

cuando las plantas de nuestros pies ya no señalen el amanecer.

Cuando mañana me levante
y me saquen sangre en una sala blanca para siempre,
cuando me pongan una pulsera de goma
y al final del brazo del sillón,
se cierre un puño y se abra una mano
soltando algo o
tomando prestado algo al Señor.

Cuando mañana me levante temprano para ir al colegio
pero a mi pupitre se haya sentado la muerte niña.
O cuando el mediodía descalabre una sombra
muy espesa de lápida o de torre
un día y otro y otro
y yo huya metiendo la cabeza en la soga
pero el resto del cuerpo no me quepa
y me quede colgando del cielo

y contemplando

la cabeza del cuerpo del Señor,
las rodillas del cuerpo del Señor,
el corazón del cuerpo del Señor.

Cuando mañana me levante
pero la luna podrida tenga un gusano,
cuando llueva tan dentro
que se me encharque un órgano
y, entalleciendo en él, la primavera
me impulse junto a mis maestros viejos,
los que echaron la rama de un bastón
y murieron goteando en las cátedras
de un colegio futuro

y un recreo de niños albinos y felices.]

*Pneumatici Pirelli. Massimo Vignelli, 1963.
*Réquiem y fuga muy lejos. Juan Andrés García Román, 2014.

4.1.22

Romper con los dioses

 

[La doctora Eisner, terapeuta y consejera matrimonial, cuestiona la importancia de la penetración, y recomienda a la pareja convertir lo que habitualmente es un "dueto destructivo", en el que cada cual traslada al otro su neurosis, en una armoniosa "canción de amor". La fórmula, infalible según la doctora, es ésta: "enfocad el amor y los sentimientos, y dejad que el sexo se cuide por sí mismo".]

 

*Who's Afraid of Big Bad Wolf? Diane Baylis, 1993.
*Diario de un libro. Alberto Girri. 1972.

1.1.22

La extenuación como oficio




[Mi recuerdo principal sigue en su mano.
Su mano
que alguna vez en el siglo pasado
fue melodramática y carnal,
y que pasó del mar directamente a la cocina
para encender el fuego y convertirse
en vanguardia inteligente
de una conciencia de lo justo; cargando
con las trifulcas y disgustos de la familia,
arropando a los que dormían inquietos en invierno,
desafiando el luto
con la aceptación de todo lo que sucede,
sabiendo que lo torcido y lo derecho
terminan por enfilar en un solo rumbo.
Su mano,
respiración y poder articulados
entre objetos sabiamente sometidos,
y yo, que llegué cuando cerraba por última vez el horno,
para decirle que nada hay más hermoso que un huevo
ni más vivo que una mano de abuela en la cocina.]
 
*Peña misteriosa. Dani Sanchis. 
*La abuela. Joaquín Giannuzzi, 1980.