4.2.15

El patrimonio estéril


[(…) Mi opinión, igual que hace ya más de diez años, es que el libro electrónico no tiene futuro, al menos para la ficción narrativa. Sin duda puede ser de mucha utilidad para otras cosas, desde suscripciones a revistas profesionales a libros de texto.

Invariablemente oigo el “argumento” del transporte público, como en este artículo. No me lo creo. Los libros electrónicos en el metro son como las embarazadas: muy fáciles de ver cuando una está embarazada. No tengo ni carnet de conducir y jamás veo a nadie leer nada en cacharros electrónicos en el metro o en el autobús. También se habla de la piratería y tampoco puedo darle mucho crédito. Por puro sentido común: me acuso de ver pelis en el ordenador, de forma ilegal. Que me aspen si son películas que, de no poder verlas en internet, iría a ver a un cine. Ni hablar. Por mí no se deja de vender ni una sola entrada, porque si no estuvieran ilegalmente en internet, sencillamente no las vería. Ni se me ocurriría ir a una sala a verlas. Por otra parte, ¿cuántos de los libros que se venden se compran para regalar? Diría yo, a ojo de buen cubero, que más de la mitad. ¿Quién va a regalarle a su cuñada una descarga? Si es que suena hasta obsceno. (…)

(…) ¿y si los lectores tuviéramos razón? A lo mejor es que no necesitamos libros digitales, como no necesitábamos yogurteras. ¿Por qué demonios tendríamos entonces que apoyar a los vendedores de ferretería electrónica y leer en un soporte incómodo, caro, inhóspito y que tendremos que renovar cada pocos años para sustituirlo por uno nuevo y más caro, como ya hemos aprendido de los ordenadores? ¿Cuánto vamos a tardar en admitir que el rey está desnudo o que el libro electrónico no era ninguna buena idea (salvo que vendas lectores electrónicos y te forres, claro)? ¿Por qué seguimos riéndoles la gracia a los vendedores de cacharros?]

*A Luis Solano. Rafael Reig. Eldiario.es. 02.02.1015 [Artículo completo]

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