[Der Gerichtssaalberichterstatter ist dem menschlichen Elend und seiner Absurdität am nächsten und er kann diese Erfahrung naturgemäß nur eine kurze Zeit, aber sicher nicht lebenslänglich machen, ohne verrückt zu werden. Das Wahrscheinliche, das Unwahrscheinliche, ja das Unglaubliche, das Unglaublichste wird ihm, der damit daß er über tatsächliche oder über nur angenommene, aber naturgemäß immer beschämende Verbrechen berichtet, sein Brot verdient, an jedem Tag im Gericht vorgeführt und er ist naturgemäß bald von überhaupt nichts mehr überrascht. Von einem einzigen Vorfall will ich jedoch Mitteilung machen, der mir doch nach wie vor als der bemerkenswerteste meiner Gerichtssaalberichterstatterlaufbahn erscheint. Der Oberlandesgerichtsrat Ferrari, die ganzen Jahre über die beherrschende Figur des Landesgerichtes Salzburg, aus welchem ich wie gesagt, viele Jahre über alles dort Mögliche berichtet habe, war, nachdem er einen, wie er in seinem Schlußwort ausgeführt hatte, ganz gemeinen Erpresser, wie ich mich genau erinnere, einen Rindfleischexporteur aus Murau, zu zwölf Jahren Kerker und zur Zahlung von acht Millionen Schilling verurteilt gehabt hatte, nach der Urteilsverkündung nocheinmal aufgestanden und hatte gesagt, daß er jetzt ein Exempel statuieren werde. Nach dieser unüblichen Ankündigung griff er blitzartig unter seinen Talar und in seine Rocktasche und holte eine entsicherte Pistole hervor und schoß sich zum Entsetzen aller im Gerichtssaal Anwesenden in die linke Schläfe. Er war augenblicklich tot gewesen.]
[El cronista de tribunales es quien está más cerca de la miseria humana y de su absurdo y, como es natural, sólo puede tener esa experiencia por poco tiempo, pero no, desde luego, durante toda la vida, sin volverse loco. Lo verosímil, lo inverosímil, incluso lo increíble, lo más increíble, se le representa cada día ante el tribunal en el que, informando sobre crímenes reales o sólo supuestos pero, como es natural, vergonzosos siempre, se gana el pan y, como es natural, pronto no le sorprende ya absolutamente nada. Con todo, quiero hablar de un solo caso que, lo mismo ahora que entonces, me parece el más notable de mi carrera de cronista de tribunales. El magistrado de audiencia territorial Ferrari, durante años enteros personaje dominante de la Audiencia de Salzburgo, en la que, como queda dicho, informé durante muchos años sobre todo lo que allí era posible, después de haber condenado a doce años de prisión y al pago de ocho millones de chelines a un, como dijo en sus palabras finales, vil chantajista, como recuerdo muy bien, un exportador de carne de buey de Murau, se puso otra vez en pie, tras pronunciar la sentencia, y dijo que iba a hacer un escarmiento. Después de ese anuncio insólito, se metió la mano con la velocidad del rayo bajo la toga y en el bolsillo de la chaqueta, sacó una pistola sin seguro y, para espanto de todos los presentes en la sala, se disparó un tiro en la sien izquierda. Murió en el acto.]
*Thomas Bernhard.
*Exempel [Trad. Miguel Sáenz]. Thomas Bernhard, 1978.
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