Levantar un trozo de carne
más grande
que nosotros mismos
más dulce que nuestras alas
y salir volando,
ovacionado por toda la mesa
que elogia esa virtud transparente
(la voluntad de insecto y de supervivencia…)
descubre
que
portamos
algo del otro
dentro
de nosotros
mismos,
y repercute
y quedará,
uniéndonos
sobre todo
como el aire
que transitamos y consumimos
o la razón que apartamos por si acaso
o la semilla que encontramos,
plantamos y recogimos
discutiendo:
esto sí esto no
por aquí se va, ¡atento
que aquí el mundo entero disfruta
–más desprendido que Hobbes–
pero se engolfa…
*L'eté. Marcel Hanoun, 1968.
*Observación para la funcionaria budista. Los nuestros. Juan Carlos Reche, 2016.
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