[Trascripción, tal vez imperfecta, de la segunda conferencia perteneciente al curso en torno a nociones de vaguedad impartido en el Centro de Arte en Juego, Madrid. La ponencia en esta ocasión corrió a cargo del multifacético artista polaco Marcz Deplacié.]
Buenas tardes a todos y gracias por su presencia. El tema que nos reúne aquí hoy es algo… bastante particular, por lo que nos llevará algo de tiempo y algo de espacio el desarrollarlo debidamente.
Para empezar, cabe afirmar que algo no es todo, ni mucho menos nada, sino más bien el conjunto intermedio existente entre esas dos demarcaciones máximas y opuestas, limítrofes con lo que está más allá del entendimiento. ¿Hay algo más que todo?, ¿existe algo menos que nada? No parece, al menos hasta donde alcanza nuestra capacidad de raciocinio (en cualquier caso, ¿de qué nos serviría el que lo hubiera?). Habiendo delimitado, pues, el campo de acción de nuestro sujeto de estudio, cabría preguntarse si dentro del propio rango de lo algo es lícito o razonable establecer jerarquías u ordenamientos de valor; es algo más todo, es más algo, es algo menos, etc. ¿Podemos considerar, por poner un ejemplo, al viejo planeta tierra como un algo de rango superior al de una caseta de feria, por ser el primero más voluminoso, más denso, y ciertamente más involucrado en el devenir cósmico? No quisiera entrar en esta polémica, sustanciosa sin duda, pero más propia de algólogos que de meros aficionados, como es nuestro caso. Quedémonos al menos con la noción de que el concepto no está anquilosado y acotado en una férrea estructura teórica, sino que mantiene aún vivas esas incertidumbres de las cuales se nutren, como del aire que respiran, los verdaderos hombres de ciencias.
Podría hablarles de todo, de todo un poco, o de nada en absoluto, y ya eso mismo podríamos considerarlo, coloquialmente hablando, como algo. No obstante, he optado para esta conferencia por una segunda vía, más entroncada con R. Fuss y todo el demostrativismo (R. Fuss probó en 1833 la existencia de algo al representar, ante todos sus colegas de la Academia de Ciencias de Inglaterra, el mango de una plancha), consistente en la simple y llana exposición de algo, un algo-muestra, ejemplar representativo de todos los demás algo que en conjunto forman el todo y en defecto la nada. Y ese algo que he tomado, por pura cuestión de practicidad, no es otro que el CLISMON.
Como saben ya ustedes, el clismón es una creación de índole indeterminada; un objeto inútil, signo de advertencia, fábula cifrada, etc., etc. Esta indeterminación ontológica es la que lo convierte en el algo más adecuado como elemento ejemplificador, portador a su vez de un alto grado de imprecisión. Algo, qué duda cabe, es también el collarín que luce hoy nuestro querido presentador, consecuencia de un inoportuno accidente, pero este es un algo de una desvaída palidez si lo comparamos con la amplitud variada y rica en sugerencias del clismón.
Buenas tardes a todos y gracias por su presencia. El tema que nos reúne aquí hoy es algo… bastante particular, por lo que nos llevará algo de tiempo y algo de espacio el desarrollarlo debidamente.
Para empezar, cabe afirmar que algo no es todo, ni mucho menos nada, sino más bien el conjunto intermedio existente entre esas dos demarcaciones máximas y opuestas, limítrofes con lo que está más allá del entendimiento. ¿Hay algo más que todo?, ¿existe algo menos que nada? No parece, al menos hasta donde alcanza nuestra capacidad de raciocinio (en cualquier caso, ¿de qué nos serviría el que lo hubiera?). Habiendo delimitado, pues, el campo de acción de nuestro sujeto de estudio, cabría preguntarse si dentro del propio rango de lo algo es lícito o razonable establecer jerarquías u ordenamientos de valor; es algo más todo, es más algo, es algo menos, etc. ¿Podemos considerar, por poner un ejemplo, al viejo planeta tierra como un algo de rango superior al de una caseta de feria, por ser el primero más voluminoso, más denso, y ciertamente más involucrado en el devenir cósmico? No quisiera entrar en esta polémica, sustanciosa sin duda, pero más propia de algólogos que de meros aficionados, como es nuestro caso. Quedémonos al menos con la noción de que el concepto no está anquilosado y acotado en una férrea estructura teórica, sino que mantiene aún vivas esas incertidumbres de las cuales se nutren, como del aire que respiran, los verdaderos hombres de ciencias.
Podría hablarles de todo, de todo un poco, o de nada en absoluto, y ya eso mismo podríamos considerarlo, coloquialmente hablando, como algo. No obstante, he optado para esta conferencia por una segunda vía, más entroncada con R. Fuss y todo el demostrativismo (R. Fuss probó en 1833 la existencia de algo al representar, ante todos sus colegas de la Academia de Ciencias de Inglaterra, el mango de una plancha), consistente en la simple y llana exposición de algo, un algo-muestra, ejemplar representativo de todos los demás algo que en conjunto forman el todo y en defecto la nada. Y ese algo que he tomado, por pura cuestión de practicidad, no es otro que el CLISMON.
Como saben ya ustedes, el clismón es una creación de índole indeterminada; un objeto inútil, signo de advertencia, fábula cifrada, etc., etc. Esta indeterminación ontológica es la que lo convierte en el algo más adecuado como elemento ejemplificador, portador a su vez de un alto grado de imprecisión. Algo, qué duda cabe, es también el collarín que luce hoy nuestro querido presentador, consecuencia de un inoportuno accidente, pero este es un algo de una desvaída palidez si lo comparamos con la amplitud variada y rica en sugerencias del clismón.
En Om2. Informe Selt sobre el estado actual del Objeto Maravilloso [Clismón]
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