[Yo no iba a casas de putas, no decía “carajo”, “coño”, palabras gordas, como dicen los “hombres”, no andaba “necesariamente”, con toreros ni cupletistas.
En vista de esto yo estorbaba a los pícaros, yo era, decían, un místico, y decidieron que ellos eran los “hombres” y yo una señorita, una niña, Miss Poesía, etc. Y para ponerse ellos en su sitio, lo intentaron todo, caricatura soez, copla baja, para echarme abajo lo mío.
Les di ejemplo de dignidad y se reían. Por eso Salinas, Guillén, (Lorca), Alberti y —¡ay!— Bergamín se volvieron y volvieron a los otros contra mí.
Los más hipócritas de ellos decidieron que yo era un puritano, peor todavía que un místico. La cuestión era, como en el nazismo, justificar su conveniencia; y decidieron que la picaresca era más española. Y todos juntos ya, se pasaron, lugar de su vocación y su destino, a la picaresca.
Ellos querían vitorear. En realidad estaban haciendo conmigo una farsa de solución. Yo representaba “el espíritu”, decían, y claro, conmigo no se podía contar para “ciertas cosas” con que ellos necesitaban contar y recontar.]
*Juan Ramón Jiménez.
*El místico y los pícaros. Juan Ramón Jiménez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario