[La obra de un escritor tampoco debe definirse
por sus intenciones, sino por sus resultados. Considero que
actualmente, por razones económicas, políticas y sociales, el lector
está condicionado de antemano y que los contenidos de tal o cual
literatura le son impuestos a través de elementos extraliterarios. En la
cubierta de los libros, en los artículos de los periódicos, en la
publicidad, en el chantaje de la superioridad numérica de las obras más
vendidas, se escamotea la realidad material del texto, cuyo valor
objetivo pasa a segundo plano. El lector cree saber de antemano lo que
debe encontrar en un libro —y que lo encuentre o no, no tiene finalmente ninugua importancia—;
se podría decir, me parece, que se trata de una maquinación de carácter
represivo destinada a abolir la experiencia estética que es un modo
radical de librertad.]
*Baby, make it soon. The marmelade, 1969.
*Una literatura sin atributos, Juan José Saer, 1980.
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