«The pleasure given by wine is always rapidly mounting, and tending to a crisis, after which as rapidly it declines; that from opium, when once generated, is stationary for eight or ten hours: the first, to borrow a technical distinction from medicine, is a case of acute, the second of chronic, pleasure; the one is a flickering flame, the other a steady and equable glow. But the main distinction lies in this —that whereas wine disorder mental faculties, opium, on the contrary (if taken in a proper manner), introduces amongst them the most exquisite order, legislation, and harmony. Wine robs a man of his self-possession; opium sustains and reinforces it. Wine unsettles the judgment, and gives a preternatural brightness and a vivid exaltation to the contempts and the admirations, to the loves and the hatreds, of the drinker; opium, on the contrary, communicates serenity and equipoise to all the faculties, active or passive; and, with respect to the temper and moral feelings in general, it gives simply that sort of vital warmth which is approved by the judgment, and which would probably always accompany a bodily constitution of primeval or antediluvian health.»
«El placer que da el vino va siempre en aumento y tiende a una culminación, pasada la cual declina; el del opio, una vez generado, se mantiene estacionario durante ocho o diez horas; el primero, según la distinción técnica utilizada en medicina, es un placer agudo, el segundo es crónico; el primero es una llama, el otro un resplandor constante y firme. Pero la diferencia principal estriba en esto: mientras el vino desordena las facultades mentales, el opio, por el contrario (si se toma de manera apropiada) introduce en ellas el orden, la legislación y la armonía más exquisitos. El vino roba al hombre el dominio de sí mismo; el opio, en gran medida, lo fortalece. El vino perturba y nubla el juicio y da una claridad sobrenatural y una exaltación muy vívida a los desprecios y admiraciones, amores y odios del bebedor; el opio, en cambio, imparte serenidad y armonía a todas las facultades, sean activas o pasivas, y con respecto al carácter, y los sentimientos morales en general, proporciona tan sólo esa especie de calor vital que la razón aprueba y que probablemente acompañó siempre a toda constitución dotada de una salud primitiva y antediluviana.»
En Confessions of an English opium-eater. Thomas De Quincey, 1821.
Que se lo digan a David 'Noodles' Aaronson...
ResponderEliminarfíjate tú...
ResponderEliminar