19.5.09

Descendencia




«Not until 1980 were we able to read in the Sunday Times how Stalin’s son, Yakov, died. Captured by the Germans during the Second World War, he was placed in a camp together with a group of British officers. They shared a latrine. Stalin’s son habitually left a foul of mess. The British officers resented having their latrine smeared with shit, even if it was the shit of the son of the most powerful man in the world. They brought the matter to his attention. He took offense. They brought it to his attention again and again, and tried to make him clean the latrine. He raged, argued, and fought. Finally, he demanded a hearing with the camp commander. He wanted the commander to act as arbiter. But the arrogant German refused to talk about shit. Stalin’s son could not stand the humiliation. Crying out to heaven in the most terrifying of Russian curses, he took a running jump into the electrified barbed-wire fence that surrounded the camp. He hit the target. His body, which would never again make a mess of the Britishers’ latrine, was pinned to the wire.
(...) Stalin’s son laid down his life for shit. But a death for shit is not a senseless death. The Germans who sacrificed their lives to expand their country’s territory to the east, the Russians who died to extend their country’s power to the west—yes, they died for something idiotic, and their deaths have no meaning or general validity. Amid the general idiocy of the war, the death of Stalin’s son stands out as the sole metaphysical death.»

«Fue en 1980 cuando pudimos leer por primera vez, en el "Sunday Times", cómo murió Yakov, el hijo de Stalin. Preso en un campo de concentración alemán durante la Segunda Guerra Mundial, compartía su alojamiento con oficiales británicos. Tenían el retrete común. El hijo de Stalin lo dejaba sucio. A los británicos no les gustaba ver el retrete embadurnado de mierda, aunque fuera mierda del hijo de quien era entonces el hombre más poderoso del mundo. Se lo echaron en cara. Se ofendió. Volvieron a reprochárselo una y otra vez, le obligaron a que limpiase el retrete. Se enfadó, discutió con ellos, se puso a pelear. Finalmente solicitó una audiencia al comandante del campo. Quería que hiciese de juez. Pero aquel engreído alemán se negó a hablar de mierda. El hijo de Stalin fue incapaz de soportar la humillación. Clamando al cielo terribles insultos rusos, echó a correr hacia las alambradas electrificadas que cerraban el campo. Cayó sobre ellas. Su cuerpo, que ya nunca volvería a ensuciar el retrete de los ingleses, quedó colgado de las alambradas.
(...) El hijo de Stalin dio su vida por la mierda. Pero morir por la mierda no es una muerte sin sentido. Los alemanes, que sacrificaban su vida para extender el territorio de su imperio hacia oriente, los rusos, que morían para que el poder de su patria llegase más lejos hacia occidente, ésos sí, ésos morían por una tontería y su muerte carece de sentido y de validez general. Por el contrario, la muerte del hijo de Stalin fue, en medio de la estupidez generalizada de la guerra, la única muerte metafísica.»

* Yakov Dzhugashvili Stalin, junio 1941.
**Yakov Dzhugashvili Stalin, 14 de abril, 1943.
***En Nesnesitelná lehkost byti [La insoportable levedad del ser]. Milan Kundera, 1984.

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