「Era la más extraña de todas las paradojas: aquel hombre que despreciaba tanto, el despreciador más drástico de la literatura universal desde Quevedo y desde Swift, esa especie de azote de Dios que se abatía sobre la humanidad culpable, dejaba la palabra a todos. No estaba en condiciones de sacrificar la voz más ínfima, nula o vacua. Su grandeza consistía en que él solo, literalmente solo, confrontaba, oía, espiaba, atacaba y vapuleaba al mundo en la medida en que lo conocía, a su mundo tomado globalmente, con todos sus representantes, que no eran pocos. Era, pues, la contrafigura de todos los escritores, de la enorme mayoría de los escritores, que untan con miel la boca de los hombres para ser amados y alabados por ellos.」
*Karl Kraus, Schule des Widerstands. Elias Canetti, 1972.