『Há os que voam pelo ar e os que voam debaixo da terra sem estarem mortos ainda e eu pertenço a estes últimos, filha, de modo que voava a trezentos metros de profundidade, com uma lanterna na testa, nos túneis da mina de Joanesburgo, no meio dos pretos, a empurrar vagõezinhos de mineiro ao longo de paredes que suavam, e às vezes, al almoço, a mastigar conservas sentado num carril, escutava os defuntos flutuando, com os seus trajes de casamento e as suas flores tristíssimas, muito acima de mim, quase juntinho ao sol, apenas separados do dia pelas suas lápides e cruzes de pedra, os finados que não se atreviam a descer tão longe como nós nem a subirem connosco no elevador que ao fim do trabalho nos desembarcava, de picareta na mão, à superfície, a tossirmos no lenço, a arrancarmos o elástico dos óculos da nuca, e a vermos de repente, em lugar das lâmpadas, das cavernas de sombras e das toalhas de umidade dos corredores da mina, as árvores e as casas, com um quarto e um chuveiro, do bairro que nos davam para dormir, de ruelas percorridas por um tropel de cachorros.』
『Están los que vuelan por el aire y los que vuelan bajo tierra sin estar aún muertos y yo pertenezco a estos últimos, hija, de modo que volaba a trescientos metros de profundidad, con una linterna en la cabeza, en los túneles de la mina de Johannesburgo, entre los negros, empujando vagonetas de minero a lo largo de paredes que sudaban y, a veces, en la comida, mientras masticaba conservas sentado en un riel, escuchaba a los difuntos flotando, con sus trajes de boda y sus flores tristísimas, muy por encima de mí, casi junto al sol, separados del día únicamente por sus lápidas y sus cruces de piedra, los finados que no se atrevían a bajar tan hondo como nosotros ni a subir con nosotros en el ascensor que al final de la jornada nos desembarcaba, con la piqueta en la mano, en la superficie, tosiendo en el pañuelo, quitándonos el elástico de las gafas de la nuca para ver, en lugar de las lámparas, de las cavernas de sombras y las toallas de humedad de los corredores de la mina, los árboles y las casas, dotadas de habitación y ducha, del barrio que nos daban para dormir, en calles atestadas de manadas de perros.』
*A ordem natural das coisas. António Lobo Antunes, 1992.
*António Lobo Antunes. Angola, 1972.
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