11.7.09

La pelusa: un estudio pormenorizado




La más desinteresada curiosidad, incitada y avivada por años de convivencia (basada en la tolerancia y la mutua comprensión) con este fenómeno doméstico, fue la que nos llevó, en última instancia, a tomar un ejemplar de éstos entre las manos para analizarlo en la medida de nuestras posibilidades. Desde siempre nos resultaba fascinante el proceso de formación de estos cúmulos, tan presente y al tiempo tan misterioso; de qué modo exactamente se iban adosando partículas mínimas y heterogéneas, desperdigadas por toda la casa, sobre los suelos o en suspensión, para constituir una nueva unidad de consistencia bien diferente e identidad reconocida: la pelusa. Tras sopesar diversas vías de estudio, optamos por la intervención directa que, a modo de disección de naturista (sic), pretendía distinguir los diversos elementos que la constituían y, de ser ello posible, reconstruir en sentido inverso su formación mediante la separación de sus estratos.
Dimos comienzo a la investigación tomando muestras con unas pinzas de los filamentos externos de la pelusa, los cuales resultaron ya en sí un pequeño rompecabezas. Con paciencia obtuvimos lo siguiente: de entre la inmensa variedad de las infinitas partículas que suspendidas en la atmósfera casera, pueblan permanentemente la totalidad de los espacios sin que nosotros las percibamos más que cuando un afilado rayo solar nos desvela su abrumadora presencia, de entre todas éstas, digo, existen unas que, por ser de mayor tamaño y presentar forma de hebra, son superficie propicia para que otras partículas menores encuentren acomodo durante el eterno desplazamiento por el universo doméstico. Como diminutos cosmonautas, estas partículas van arracimándose a lo largo deleje de la hebra determinando una formación pilosa y longitudinal, como el lomo de un hurón privado de cabeza y extremidades.
Estas hebras superpobladas y, podríamos decirlo así, “primarias” en la formación de la pelusa, una vez aumentan de peso, pierden poco a poco su ligereza y terminan posándose sobre cualquier superficie de la casa, confundiéndose con lo que comúnmente conocemos como “polvo” (o como dice el poeta: ese “manto grisáceo que da forma al hogar”). El polvo, identificado en singular, como si de una sola cosa se tratase, es en verdad el emplazamiento contiguo de miles de millones de satélites independientes y perfectamente definidos, entre los cuales se cuentan, por cientos de miles, las hebras que ya nos son familiares.
El tiempo transcurre y las corrientes de aire hacen su efecto al recorrer las habitaciones de una puerta abierta a otra: da comienzo un movimiento de partículas en danza grácil y sutil, en ocasiones comparado al de las nubes en formación. La naturaleza heterogénea del polvo permite que, zarandeadas unas contra otras, las hebras se vayan solapando entre sí merced a su propia viscosidad, acumulándose en lo que podríamos considerar “cuasi-pelusas” (sic), pero aún de tamaño moderado. Recurriendo nuevamente a su analogía con las nubes, estas pelusas en estado embrionario se corresponderían con esas pinceladas blancas que habitualmente pasan desapercibidas en un cielo despejado y azul.
Es necesaria en este punto, para que se vea completado con éxito el ciclo de la pelusa, la intervención de cuerpos externos al sustrato-polvo que sirvan de definitiva osamenta a las tan prometedoras “cuasi-pelusas”, para que enroscándose éstas sobre ello, puedan constituir ese singular y magno volumen: LA PELUSA. Comprendamos bajo el epígrafe de cuerpo extraño a cualquier sólido sobre el que pueda quedar adherido el polvo agitado, siendo este elemento constitutivo el que, finalmente, dota a la pelusa resultante de sus definitivas particularidades, de sus rasgos únicos que la hacen exclusiva en relación a todas las demás. Según confirman estadísticas contrastadas, aproximadamente el 68% de las pelusas domésticas se condensan entorno a simples amasijos de pelos, con lo que su originalidad es más bien previsible; no obstante, es en ese 32% restante donde se encuentran aquellas pelusas variopintas, ejemplares e incluso míticas que hacen honor a su nombre; pelusas nacidas alrededor de un fragmento de papel, de un clavo, un lápiz olvidado, el enchufe de algún electrodoméstico; se recuerda incluso una particular pelusa que se formó en torno a un reconocido literato. Ya ven, pues, que no hay obstáculos para este volumen universal.

*En PNH [Partido del No Hacer]. Miguel Brieva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario