«Sueño erótico: vivo en casa de una mujer rubia, pero a quien no puedo identificar. Era una mujer de mundo, ya que, aunque está desnuda, lleva guantes blancos. Sale conmigo de esa guisa (¿por qué no quedarnos en casa?) y buscamos por las calles un lugar donde amarnos. Es de noche, buscamos trozos de pared, rincones oscuros, porches. No consigo nunca llegar a poseerla, por impotencia, o por falta de tiempo, porque en cada ocasión vemos parecer la silueta de un agente de policía, lo que hace que nos veamos obligados a irnos a otra parte. No tenemos tiempo por otra razón, además, y es que yo tengo que tomar el tren y mi amiga tiene que llevarme ella misma a la estación en su coche. Regresamos a su casa, busco mi habitación, donde he dejado mis maletas; mucha gente en la escalera, y entre esa gente está también el marido que, con el dedo, me indica la habitación donde se encuentran mis maletas. “¡Dése prisa! —me dice con aspecto irritado—, ¡va a perder el tren!”. Busco la habitación, deambulo por los pasillos, unos niños se me enredan entre las piernas, no encuentro mis maletas. “Vamos —me dice la dama que reaparece repentinamente, un poco más vestida, con un sombrero—, tome sus maletas, pues, o déjelas, el tren sale dentro de diez minutos.”“Ya no hay tiempo —digo—, ya no hay tiempo y no puedo marcharme sin mis maletas, no puedo dejar mis maletas.”
“¿Qué opina usted de este sueño? —me pregunta Z. —¿Cómo lo interpreta usted?”
“La policía es la conciencia, desde luego. No consigo poseer a la mujer porque, en ese momento, estoy en un estado de impotencia moral, no puedo hacer lo que quiero y, no sé cómo, mi conciencia moral me lo prohíbe. Por otra parte, ya ve usted, todos los sueños que tengo en este momento son sueños de fracasos, de esterilidad y de prohibiciones. Sin embargo, quisiera partir, pero son mis maletas quienes me lo impiden. Quiero llevarme las maletas conmigo.”
“No —me contesta Z.—. En realidad, usted no quiere liberarse. Las maletas son una excusa, un pretexto. Precisamente es a las maletas a lo que renunciaría usted si desease de verdad la emancipación.”»
“¿Qué opina usted de este sueño? —me pregunta Z. —¿Cómo lo interpreta usted?”
“La policía es la conciencia, desde luego. No consigo poseer a la mujer porque, en ese momento, estoy en un estado de impotencia moral, no puedo hacer lo que quiero y, no sé cómo, mi conciencia moral me lo prohíbe. Por otra parte, ya ve usted, todos los sueños que tengo en este momento son sueños de fracasos, de esterilidad y de prohibiciones. Sin embargo, quisiera partir, pero son mis maletas quienes me lo impiden. Quiero llevarme las maletas conmigo.”
“No —me contesta Z.—. En realidad, usted no quiere liberarse. Las maletas son una excusa, un pretexto. Precisamente es a las maletas a lo que renunciaría usted si desease de verdad la emancipación.”»
*Jocelyne. Irina Ionesco, 1974.
*Journal en miettes. Eugène Ionesco, 1967.
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